La socioeconomía de la energía. Punto interesante donde los haya.
El día que los españoles podamos hacer democracia económica, a nadie le importarán las grandes compañías eléctricas y sus abusos, ya seculares. Porque habrán dejado de existir al no poder comprar a los políticos que nosotros votamos una y otra vez. (Si me engañas una vez, vergüenza para ti. Si me engañas dos, vergüenza para mí. Si son 36 años, es que no hay vida inteligente en España, Cataluña y Madrid incluidas).
En España, hoy en día, la distribución de electricidad no sufre huelgas. Si lo sabré yo. Mientras que la de gasolina ya ha tenido varias. Y los cierres (por liquidación) que se avecinarán cuando los precios sean demasiado altos y la gente acuda en masa (todavía más) a los supermercados para comprar la misma gasolina, pero barata.
Lo peor de todo sobre la economía energética es que la automoción de masas tiene un competidor que la aventaja sin la menor duda y que acabará con ella: Los ejércitos.
¿Saben ustedes qué pasará el día que escaseen (más y definitivamente) el uranio y el petróleo? Que se limitará su uso a fines exclusivamente militares. Obama / el Pentágono / el consorcio industrial militar que dijo Eissenhower estaba muy mosca este mes de Septiembre, porque los mineros australianos que extraen el uranio estaban en huelga. Y a ver cómo empobreces el uranio de los proyectiles cinéticos, si no te lo sacan los mineros.
¡Privilegiados! Que los mineros cancerosos del uranio son unos privilegiados. Y los pilotos de Iberia y los controladores y los que limpian el metro y los que recogen la basura. Y porque casi no nos quedan judíos y nadie sabe qué es un hereje, que si no, también nos convencían de quemarlos. Todo antes que negociar el precio del trabajo. (O si no me lo llevo, que fuera lo pagan mejor y no todos somos camareros).